La "hora" de
Jesús hace alusión a su “muerte y resurrección”, y el sentido de la misma lo
explica Jesús con el símil del grano de trigo, que se aplica a sí mismo.
Con la parábola
del grano de trigo, Jesús manifiesta que se acerca el momento de su pasión, su
elevación en la cruz, su muerte y sepultura. Pero está enseñando que, ante
estos acontecimientos, hay que ir más allá de las apariencias. El grano de
trigo, cuando entra en la tierra, muere, y aparentemente todo ha acabado. Pero
no es así. En su momento, germina, aparece el tallo y crecerá hasta convertirse
en espigas de trigo que nos alimentan y dan vida. Igualmente
sucede con la muerte de Jesús: cuando sea elevado en la cruz, muera y sea colocado en el sepulcro, aparentemente
todo habrá acabado, pero no será así. En la madrugada del Domingo de Pascua, los
discípulos encontraron el sepulcro vacío, signo de que Jesús ha resucitado y está
en la gloria de Dios Padre
Con la
parábola del grano de trigo, Jesús está afirmando también que la verdadera fe
en él tendrá lugar después de su muerte y resurrección, que el paso de la
muerte y de este mundo a la Vida y gloria plena de Dios, siendo para siempre el
Mediador entre Dios y la humanidad.
Al mismo tiempo,
las palabras de Jesús son una invitación a sus discípulos a seguir sus huellas
y ser “grano de trigo” en el mundo. Al decir
“morir para dar mucho fruto” nos está diciendo ¡cuidado con las falsas seguridades!:
el tener, el poder, el aparentar, el sentirse centro de todo y de todos. Por
eso añade Jesús: "El que se ama a sí
mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la Vida Eterna”. Jesús nos enseña que dar la propia vida es la medida del amor, y esto
no es una pérdida sino ganancia; lo contrario es vivir de manera egocéntrica;
esto sí que es perder lo mejor de la vida, es la mentalidad del mundo, contraria
al camino de Jesús. Por eso los poderes de este mundo lo llevaron a la muerte.
Pero Jesús venció a la muerte y al mundo.
Así, Jesús afirma que su destino alcanza de lleno a sus discípulos.
La muerte y resurrección de Cristo es la muerte y resurrección de sus discípulos,
como nos enseña san Pablo: “Cristo ha resucitado de entre los muertos y es
primicia de los que han muerto… El primero en resucitar Cristo, después todos
los que son de Cristo” (1 Cor 15).
DÍA DEL SEMINARIO
Los griegos se dirigieron a Felipe, pidiéndole: "Queremos ver a Jesús”. ¿Por qué se
dirigen a Felipe? Porque era del grupo de Jesús y podría facilitar el encuentro,
como así hicieron Felipe y Andrés, ambos apóstoles de Jesús.
Todo cristiano que viva su fe conscientemente
forma parte de la familia de Jesús, en la que se nace por el bautismo y la fe
en el Dios de Jesucristo. Hemos sido llamados a seguir y ser amigos de Jesús;
él es nuestro hermano mayor y el mejor amigo, porque él nos da la vida de Dios que
será eterna y feliz.
Pero entre sus amigos, los cristianos, Jesús toca el corazón de
algunos de ellos, para hacerse presente sacramentalmente. Estos son los
presbíteros o sacerdotes; cristianos llamados a servir al Pueblo de Dios con
actitudes de cercanía a las personas, de acogida y de escucha, como hicieron
Felipe y Andrés con aquellos griegos.
El sacerdote tiene la misión de anunciar la Palabra de Dios y
presidir los sacramentos en nombre de Jesucristo, y ser factor de unidad entre
las distintas personas y grupos de la parroquia.
Por ello, la Iglesia dedica este día del Seminario, invitando a todos
los cristianos a orar por los sacerdotes, y orar también para que haya jóvenes que,
escuchando en su corazón la voz de Jesús, respondan con alegría y
disponibilidad.
El Seminario es el centro de formación, donde se preparan los futuros
sacerdotes, que deben ser según el modelo de Jesucristo, el Buen Pastor.
Oramos especialmente por los seminaristas que se están formando, oramos
por su formadores y profesores. Y también, hoy, que nuestra colaboración
económica sea nuestro apoyo familiar para facilitar la formación de los futuros
sacerdotes.